En días pasados, el programa Cada Día, del canal estatal TV4Guanajuato, realizó una entrevista con el maestro Agapito Jiménez, quien tiene caso cuarenta años como maestro oficial de Tejido Tradicional Mexicano en el Instituto Allende. 

Don Agapito Jiménez Rodríguez nació en 1949, en una comunidad llamada El Palmarito, cerca de Pozos, municipio de San Luis de la Paz. Desde los seis años Agapito empezó a ayudar en las labores del campo, en la cosecha, en deshierbar las parcelas, además de cuidar a los borregos. No le gustaba cuidar a los animales, por lo que se salió a trabajar a otros lados. Un buen día, cuando tenía nueve años, decidió salirse de su casa para venir a vivir a San Miguel de Allende con sus abuelos, que vivían en la calle 20 de enero, en la Colonia San Antonio. Uno de sus tíos trabajaba en el Instituto Allende como jardinero y le dijo que estaban buscando jóvenes que quisieran aprender tejido y Agapito decidió probar. Corría el año de 1964.

   Empezó escogiendo lana, separando la lana corta y sucia. Al principio no le pagaban y su única ganancia era aprender. Como aprendía rápido le empezaron a enseñar a lavar la lana, secarla y prepararla para la carda. El proceso de cardar se lo enseñaron don Ángel Chavarría, un hombre de alrededor de ochenta años, y don Miguel Licea, que tenía como setenta. Entonces le empezaron a pagar. Después empezó a hilar con la rueca, para hacer finalmente la madeja. Más tarde pasó a ser ayudante de don Porfirio López, que era el teñidor. Aprendió entonces a teñir la lana para hacer diferentes combinaciones de colores. 

   “Los maestros tejedores me animaron para hacer dibujo: hice un primer tapate llamado Pescados. Cada uno de los maestros me enseñaba por quince minutos. Fue como empecé a agarrar práctica. Practicaba yo el dibujo cientos de veces para memorizarlo y poderlo repetir en varios tapetes. Recuerdo a don Enrique Fernández Martínez, fundador del Instituto, que llegaba y se paraba en una esquina de taller; se quedaba observando a todos y, si veía algo iba que no le gustaba se lo comunicaba al encargado del personal y le decía lo que quería ver de cada una de las cosas que observaba. Su esposa, la señora Nell Harris, era muy enérgica, pero después aprendí mucho de ella de cómo trabajar. Fui asistente del señor Stirling Dickinson, quien fue el primer director del Instituto Allende, y él me dio la oportunidad de crecer. Solía siempre, en dos palabras, decir lo que esperaba de cada quien. A mí me dijo: “Nunca llegar tarde, nunca beber en el trabajo, nunca decir que no, nunca faltar al trabajo. Y en todos los años que he trabajado en el Instituto, nunca hice nada de eso.

  Estudiantes de todas partes del mundo llegan año con año al Instituto Allende a tomar clases de tejido con don Agapito, quien se ha convertido en un ícono del tejido tradicional mexicano en San Miguel de Allende.  

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